Adiós al maestro de oniria

 Tras unos días de verlo más en frío, aún me sobrecoge la muerte de una figura tan pilar para la industria como lo era David Lynch.


Estamos hablando de un hombre que creo cine de género, que encontró en la extrañeza y lo onírico no sol su hogar sino el de mucha gente. Conectar su universo personal con el mundo ordinario que cualquiera de nosotros vivimos y respiramos es un logro mayúsculo. No era solo un cineasta sobresaliente, que obviamente lo era, sino un verdadero artista con todas las letras que supo encontrar y respetar su camino a través de la adversidad.

En momentos como este recuerdo aquella anécdota que oí contar a Jaume Balagueró sobre un joven Lynch, subiendo a pie por el arcén de una carretera nevada con su maleta en una mano y una bolsa enorme en la otra donde guardaba las seis latas conteniendo Eraserhead.

Creo que es eso lo que debemos recordar, al chico joven e ilusionado que luchaba contra viento y marea.

Porque Lynch no solo era bueno.

Era especial.


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